lunes, 24 de abril de 2017

9 de Octubre. Superación.

          >Son las 8 de la mañana del domingo y aquí en Sarria es todavía muy oscuro, hay una humedad terrible y las temperaturas han bajado mucho. He descansado poco, la cama era un camastro. Todos los bares están cerrados a simple vista y decido tirar con una barrita energética y el agua de la cantimplora. Estoy destrozado, pedaleo por inercia porque ya llevo 7 días haciendo lo mismo y las piernas se mueven automáticamente, se me ha metido la humedad en el cuerpo y no consigo calentarlo. Me sobra la mitad de mi trasero que no sé dónde ubicarlo, las heriditas están haciendo mella y es la parte de mi cuerpo que tiene el dolor más a flor de piel, nunca mejor dicho. Lo he pasado mal y han venido pensamientos de abandono cuando solo estoy a unos 120 km de Santiago. Solo son dos etapas cortas más, la victoria y para casa, me voy diciendo.
Ya estoy en la fase 4. Después de la etapa reina y 500 km en mis lomos creo que ya está hecho. Y eso es falso. Esto es casi peor que lo de ayer porque además es inesperado. Te llegas a creer que ya lo tienes en la mano cuando todavía te queda por sudar y sufrir. Es un gran aprendizaje. Solo se llega cuando cruzas la meta, antes es hablar por hablar, o creer por creer.


Paro en el primer pueblo con un bar abierto, creo que es Peruscallo y allí me puedo tomar la pastilla de la presión, el ibuprofeno y una Cola-Cao caliente con donuts que me han sabido a gloria. Me ha costado un rato más entrar en modo maratón que los otros días, poco a poco y ya desde Portomarin he ido avanzando sin prisa por los toboganes de carreteras a base de parar muchas veces, beber mucho, comer plátanos y barritas energéticas. No me he rendido. Todavía no. Más por pelotas que por mis condiciones físicas. Voy aguantando con unas grandes tiritas acolchadas en mis glúteos que disimulan el dolor y engañan otro tanto a mi mente. Con un ritmo patético he entrado en Melide y he tirado la toalla por hoy. 






Busco un hotel decente donde poder descansar. Después de refrescarme  mientras andaba buscando una farmacia veo una señal de tráfico indicando que quedan 50 km hasta Santiago y me alegra el alma. Respiro hondo. Ya casi estás. ¿Que son 50 km de un total de 630? ‘Na y meno' como dirían por ahí. 
Le he prometido a Camino que me comería un buen plato de Hidratos de carbono y, como soy muy buen paciente, le he hecho caso y me he puesto las botas de pasta a la bolognesa.
He caido frito en la cama sin más. <


Solo han sido 64 km pero nada fáciles, una etapa incluso mucho más difícil de gestionar, que las duras etapas anteriores. Ha sido muy duro enfrentarse a esta realidad no esperada, a la adversidad no prevista en mi plan. A aceptar que mi cuerpo está rozando límites. Recuperar la positividad y ver hasta dónde he llegado, me han ayudado a proseguir mi camino con mucho esfuerzo, constancia, paciencia y tenacidad, pero, sin duda, creer en mi y en mi objetivo son la energía que ha alimentado mis piernas, mi deteriorado físico, mi mente y mi corazón. 
Y es que esto es lo que nos ocurre en muchas ocasiones en nuestra vida, situaciones y hechos inesperados pueden cambiarnos radicalmente nuestras expectativas y ahí es donde una adecuada gestión emocional nos sacará del atolladero en el tiempo que cada uno pueda desarrollar. Seguro que para cada uno de nosotros será distinto y a la vez adaptado a quienes somos. Si lo hacemos al ritmo de otro será más complicado salir airoso de la situación. No hay atajos. Hay que seguir superándose y avanzar. Si mirásemos atrás y comparáramos el recorrido de las vidas de la mayoría de seres humanos veríamos que hay unos paralelismos y semejanzas que tienen que ver con la superación. Tienen que ver con el potencial que desarrollamos para afrontar y vencer las adversidades imprevistas y que en situaciones cotidianas no sacamos porque vivimos en nuestra zona de confort. Hoy, en este momento, aquí y ahora, todos los que estamos en el mundo en este preciso instante estamos aquí porque hemos tenido que superar muchos obstáculos, más o menos complicados, que están en función de nuestras propias creencias. Por tanto, todos tenemos este poder especial, intrínseco e innato, que sacamos solo en casos excepcionales. 
Me pregunto ¿por qué no lo usamos siempre? Si está disponible, y solo es cuestión de escoger y decidir qué tipo de vida queremos vivir, decidámoslo. Es un asunto de auto-liderazgo. De la suma de todas las decisiones que tomamos cada día. Según estudiosos del tema, tomamos entre 60 y 100.000 decisiones al día, tomemos pues las que más nos convienen. 
Creo firmemente que para el ser humano es más fácil vivir en su zona de confort que en la zona de riesgo e incertidumbre y así, con menos recursos, avanzamos hacia zonas, quizá más mediocres, construyendo nuestros propios limites, barreras y creencias. Vivir en la zona de confort está muy bien si somos conscientes de que no llegaremos hasta donde podríamos, pero luego no vale quejarse, ni alzarnos víctimas de nuestras propias NO decisiones. A esto lo llamo ‘esquezofrenia’ o victimismo, creer que lo que nos ocurre en la vida viene de fuerzas externas que nada tienen que ver con nosotros. Que la culpa es de nuestros padres, jefes, politicos, conyuges u otros factores como crisis económicas, coyunturas sociales o incluso inclemencias meteorológicas por ejemplo.

Al final el mundo de las personas que más admiramos está fuertemente ligado a su capacidad de recuperación frente a situaciones límite o fracasos y nunca a efectos externos a ellos mismos. Su capacidad de lucha, su perseverancia, su tenacidad, su actitud son los motores que les impulsan más alto. 

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