lunes, 24 de abril de 2017

23 de Septiembre. La sonrisa.

>Ayer salí a entrenar con la bici ya revisada. Hice una buena ruta de unos 25 km con alforja y peso, muchas subidas y bajadas, me encontré genial. Y la bici va muy muy fina, ya tiene unos añitos (15) y le convenía este repaso técnico.
Me di cuenta de que no te puedes ir agobiado queriendo quemar etapas lo antes posible, lo que lo hace fantástico es el viaje en si mismo y no el destino. Es exactamente como la vida, encontrar tu espacio y todavía mejor, aceptar tu propio ritmo. Esto tiene buena pinta, la gracia estará en descubrir si este día a día en mi trabajo es lo que es o puedo cambiar alguna cosa.
Tengo que acabar de montar la bici, asiento, alforjas etc. Cuando veo fotos de gente haciendo rutas  me pongo cachondo, cada día tengo más ganas.
Por otro lado, y aunque no me estoy adelgazando porque la ansiedad me hace comer más, no encuentro a faltar el tabaco y esto es ‘super’. 
Todo esto está muy bien, incluidos los ‘trazos gordos’, pero me falta la SONRISA<

Ya. Si, es cierto. Me tomo las cosas muy a pecho cuando asumo toda la responsabilidad. Entonces voy a fondo. Dejo de mirar a los lados y solo veo lo que viene por delante, incluso en las relaciones. Esto es para mi ir agobiado. Me centro demasiado en terminar y no en el camino en si mismo. Supongo que además estoy muy concentrado en eso, lo que sea que me obsesiona, y mi cara debe de estar seria, con expresión de póker, con rigidez, intentando que nada me distraiga para hacerlo lo mejor y lo antes posible.
Pero, ¿qué me estoy perdiendo? y ¿no estaría mucho mejor con una sonrisa? Creo que cuesta lo mismo. Tendré que trabajar en ello. Estoy seguro de que es mucho más saludable para uno mismo y para el entorno que nos rodea en cada momento. Sobre todo el que más queremos, el entorno familiar. Que además es el que más nos apoya. El que más confía en nosotros. El que más quiere que alcancemos nuestros sueños y esperanzas. El que menos nos juzga. El que más nos ama.
Entonces vale la pena hacerlo desde ahí, desde la sonrisa y el estado de ánimo positivo, el que contagia. El que es capaz de transmitir buenas vibraciones. El estado de animo que es capaz de transformar situaciones difíciles en oportunidades para el desarrollo individual o común. El de ver el lado bueno de las cosas.

Aquí es donde debería sacar mi lado más encantador, que lo tengo. Mi lado más ‘payasete’, el que no quiere pasar desapercibido. El que de pequeño y frente a mis primos sacaba para ser el centro de atención de todos. Tengo mala memoria pero mi familia se encarga de recordárme que decía algo así; “¿juguem a jugar?” que en castellano sería “¿jugamos a jugar?”, quizá buscando la simpatía y empatía de mis primos y hermano, más mayores que yo, y que no me debían hacer mucho caso.

Esta parte de mi esencia está todavía en mí. La lástima es que la uso poco y es que al hacerme mayor me han hecho sentir mal cuando hacía bromas, el “payasete” no está bien visto en las empresas, ni en la familia, ni aún cuando el entorno lo necesita. ¿Creencias o es que quizá es que no acertaba el momento adecuado para hacerlo?, en cualquier caso, me he llevado más de un chasco cuando lo he hecho. Así que lo he ido sacando de mi comportamiento hasta casi anularlo. En este momento quiero reivindicarlo, que aflore esta parte más encantadora, más positiva, más alegre de mi y no solo para este viaje, lo quiero a mi disponibilidad para todos los días de mi vida. Creo que esto solo lo conseguiré dandome permiso a equivocarme, equivocarme en el momento y en las circunstancias, a tener compasión de mi mismo y a perdonarme aunque erre de la forma más estrepitosa.
El rigor, la responsabilidad y mi propio liderazgo no están reñidos ni con la alegría, ni con el humor, ni con la simpatía, así que, a cumplirlo.


Quedan ocho días para salir de casa y nueve para empezar el Camino. Las mariposillas se van apoderando de mi, ya queda menos y no hay vuelta atrás. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario