lunes, 24 de abril de 2017

10 de Octubre. Paseo triunfal.

>Ya ni me acuerdo de que mi cumpleaños fue anteayer. Me he levantado pronto para ‘atacar’ lo que debería ser la última etapa. Quedan 50 km, que no parecen muchos por lo que he estado haciendo, es como ir de Vilassar a Barcelona y volver, aunque con las cartucheras y las montañas rusas gallegas de por medio. Hoy voy prevenido gracias a la experiencia de ayer por lo que he trabajado mi concienciación antes y durante el trayecto. No hay prisa! Llegarás hoy! Ya te preocuparas de cómo y cuándo volver cuando estés allí, deja de darle vueltas.
He desayunado en el bar del hotel unas tostadas con mantequilla y mermelada, por unos momentos me acuerdo de mi padre pues él siempre desayunaba esto. Y él siempre ha sido mi guía interior, mi capitán, mi norte. Siempre disponible. ¿Qué haría él? o ¿qué me aconsejaría?
¿Preparado para sufrir con tu físico? Llevo puestos los apósitos. He tenido que usar la cámara del móvil para acertar en el lugar preciso. Aún y así, fallé un par de veces. No curan el dolor ni curan la herida, pero sé que no puedo hacer más y que valdrá la pena cuando llegue. Cuando llegué a casa un día más tarde todavía los llevaba puestos.


La concienciación ha surtido efecto y lo he llevado con dignidad. Un par de paradas en las subidas más largas y la etapa ha transcurrido de forma bastante placentera. Los casi 55 km desde Melide a Santiago son un largo paseo triunfal hacia lo que se puede definir como plenitud ciclista. Vivo distintos momentos de alegría y liberación conforme se van consumiendo los kilómetros y se va acercando el gran momento. La bici parece más ligera que nunca, vuelo hacia mi deseada meta, sin duda dibujo una sonrisa durante todo el trayecto, no necesito espejo para saberlo. El sabor de mi victoria particular llena todos los poros de mi piel. He descendido desde el aeropuerto hacia el centro  de Santiago de Compostela guiado por una señora muy amable que me ha indicado el camino hacia las dos cúpulas del templo más deseado de estos lares y probablemente de todo occidente.
He llegado a una entrada lateral de la Catedral sin saber que era el lateral y lo he celebrado con una clara y unas chips, que me saben a gourmet, y una llamada ‘facetime’ con mi ‘Cami’. 

Entusiasmado. Pletórico. Orgulloso. Pleno. Me quiero un poco más que ayer.

Casi no me doy tiempo para celebrarlo, tengo ganas de andar y no precisamente en bici, pero antes debo arreglar y decidir algunas cosas. ¿Cuando me vuelvo a casa, hoy o mañana?¿que hago con la bici? ¿donde duermo si me quedo? Necesito parar mi mente. Esta es mi agonía, mi angustia, soluciona primero, luego disfrutas. Necesito una buena ducha. Buscando respuestas paso por la enorme plaza del Obradoiro, esta si es la que recuerdo la entrada principal de la Catedral. Fotos, vídeo y sigo con mi objetivo de  arreglar las cosas lo antes posible, después tendré más tiempo de visitarlo todo.

Arreglo la logística de la bici hasta mi casa con una empresa concertada por un precio aceptable, teniendo en cuenta la distancia. Cojo una habitación en el Hostal de la Salle, compro un billete de avión para mañana por la mañana y me echo en la cama para descansar placidamente de mi particular ‘Viaje del héroe’ que justo termina aquí. Es el descanso del guerrero.

Por la tarde, visito la Catedral por dentro, están de obras. Está llena de curiosos y peregrinos. Pero suficiente para decir que entré una vez  terminada la odisea. Veo la imagen del santo, el botafumeiro y me doy permiso para irme una vez cumplido el hecho. Camino sin rumbo intentando encontrar un sitio agradable para cenar, apenas he comido para poder darme una buena cena. Como en un bar-restaurante de los de siempre, de los tradicionales unas tapas típicas de la zona, con una buena cerveza ‘king size’.  A pesar de la alegría y las agradables cosquillas de volver a casa debo retirarme pronto al Hostal, necesito más descanso. Veo una peli en mi móvil como buenamente puedo y me duermo sin problema.<






Qué alta y grande es la montaña antes de empezar. 
Qué duro es escalar o pedalear cada día en busca de nuestro objetivo. Que difícil es tener claro qué queremos ser, qué hemos venido a hacer a este mundo, cuál es nuestro propósito de vida. 
Qué difícil es sobrevivir a un aburrido y monótono día a día sino buscamos algo especial por lo que vivir, luchar y conseguir. No todo el mundo consigue saberlo. Muchos se conforman con sus circunstancias y abandonan su búsqueda o simplemente se conforman. Otros piensan que a pesar de todo esto todavía podemos decidir cómo queremos hacerlo, como queremos vivirlo. Decía Viktor H. Frankl en su libro ‘El hombre en busca de sentido’ que a pesar de las dificultades y entornos hostiles, tenemos la capacidad de decidir qué actitud queremos adoptar para cada minuto de nuestro proceso vital. Viktor, psiquiatra judío en la Alemania nazi, sobrevivió a Auschwitz y escribió el citado libro una vez liberado, según las vivencias y aprendizajes de su particular proceso de pérdida en el famoso campo de concentración. Proceso que vivió aceptando su situación y luchando por conseguir su objetivo más básico, sobrevivir. Pudo tomar algunas decisiones, -ponerme en esta fila o esconderme puede librarme de la cámara de gas, pensaba. La decisión más importante que tomó era la actitud que necesitaba para conseguir su objetivo, teniéndola presente en todo momento. Estar alineado con su objetivo y vivirlo con la actitud que creía que lo llevaría hasta su preciado destino, la libertad, lo llevó a disfrutar del derecho a la vida que tenemos todos los seres humanos.

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